24 de octubre de 2013

La disolución doméstica, Néstor Mir




Murakami cuenta en De qué hablo cuando hablo de correr que entrena escuchando a The Lovin' Spoonful o a Eric Clapton; pues, bien, yo he hecho algo parecido estas dos últimas semanas escuchando La disolución doméstica, de Néstor Mir. Lo reconozco: me cuesta ser imparcial porque aprecio a Néstor —compartimos travesía en la revista Teína— y el disco es un regalo; en cualquier caso, lo objetivo es que según lo recibí, lo pasé al mp3 y salí a cumplir con mi sesión preparatoria para el Medio Maratón de Valencia. Me puso de tan buen humor, disfruté tanto de temazos como Knock out casero o Desencuentros dominicales, que lo convertí en el disco de cabecera para mi cita con los 21,097 km del domingo pasado.

A Néstor solo lo había oído cantar en francés, así que nunca me enteraba mucho de lo que decía. Quizá por eso me ha sorprendido doblemente encontrarme con un disco repleto de canciones que cuentan historias de gente común, de personas como las que te cruzas en tu edificio. Ahí están títulos tan sugerentes como la Britney Spears de barrio o El oficinista accidental para demostrarlo. También el epílogo que cierra el —estupendo— libro ilustrado con que vino acompañado mi cedé:

(...) Hace cuatro años, mi teorización sobre el origen del universo sufrió una derrota imprevisible frente a un enemigo insospechado: la comunidad de vecinos.

La vida compleja de verdad no se esconde en los confines del universo. No, la complejidad de la existencia se parapeta tras la mirilla de nuestro vecino de la puerta 16. En una reunión de la comunidad de vecinos aprendí más sobre el ser humano que en todos los cientos de libros que había leído hasta la fecha. Néstor, me dije, te has dedicado a mirar hacia arriba cuando las respuestas las tenías al lado.

En esa revisión sobre las inquietudes existenciales, las historias de padres con hijos desempeñan un papel fundamental. Y eso, por infrecuente, es de agradecer. Quizá sea que estoy en plena crisis de los 40 o vaya usted a saber qué, pero hacía mucho tiempo que no escuchaba canciones, como Veronal & Crucifixión o El rey del mambo, y me daban ganas de pasárselas a mis amigos con hijos (a los padres de mis sobrino-amigos, se entiende). Son canciones que, de algún modo, me hicieron pensar en Leer con niños, de Santiago Alba Rico, y releer algunos pasajes que había subrayado. Este, en concreto, diría que casa bien con el disco:
Los niños son nuestros antepasados. Descendemos, en efecto, de nuestros hijos, cuyos cuerpos no solo nos transportan de cuerpo en cuerpo en el espacio, sino también en el tiempo, y en ambas dimensiones a grandes distancias; no nos obligan, mediante la atención compartida, a donar existencia a los vivos sino a los muertos. Lavarlos, prepararles la comida, coserles la ropa, ahuecarles la almohada, el cuidado de los niños impone también darles explicaciones, cantarles canciones, contarles cuentos, todo lo que nos convierte en depósitos y transmisores de cuerpos desaparecidos: «la democracia de los muertos» que Chesterton llama «tradición». Gracias a los niños la humanidad, además de tener manos, tiene memoria.

Hay pues una pedagogía, pero antes una antropogogía, mediante la cual los niños mejoran y domestican a los mayores. ¿Qué hacen los niños con los hombres? ¿Qué nos pasa al lado de los niños? ¿Qué pasaría en un mundo de solteros estériles conectados solo por imágenes? Olvidaríamos la música, los libros, el esfuerzo de la razón por responder a un «por qué» que ya no formularía nadie. Desaparecería el relato, que es la exigencia primera del niño en un mundo borroso y sin fronteras, en un tiempo sin límites, en un desorden de flujos rápidos e inacabados. Perderíamos el concepto mismo de «cuidado» (...) 
Los hijos te cambian la vida, por supuesto, aunque no a todo el mundo por igual. He conocido a padres que permanecen impermeables a las enseñanzas de sus querubines y que solo saben imponer su criterio; padres que solo quieren educar, pero sin dejarse ser educados por sus hijos. La disolución doméstica es un disco que, parafraseando a Santiago Alba, nos hace pensar sobre qué hacen los niños con nosotros, los adultos, sobre cómo contribuyen a nuestra mejora y domesticación, sobre cómo evitan que nos convirtamos en solteros estériles conectados con la vida solo a través de imágenes. Basta escuchar la última canción, Réquiem por Valencia y mi esplendor, para comprenderlo.


*

PD 01. Este disco lo ha publicado Malatesta Records, un sello independiente, valenciano y basado en la implicación de las bandas que lo integran. Los discos puedes escucharlos gratis desde la web.

PD 02. Enlace al blog de Néstor Mir, desde allí puedes acceder a cualquiera de sus múltiples proyectos. Uno que acabo de descubrir justo después de publicar esta entrada es este Diario de un concierto a domicilio para la revista Verlanga.

PD 03. El disco fue efectivo en mi preparación: hice 1:35:42, mi mejor marca hasta ahora. Desconozco los tiempos de Murakami... Eso sí, él es capaz de correr maratones y hasta 100 km seguidos. No creo que yo llegue a tanto. De momento, me conformo con los 21 km.



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