18 de enero de 2014

Mis mujeres, Francisco Umbral

Mis mujeres, de Francisco Umbral fue publicado en febrero de 1976. O eso figura al menos en mi ejemplar. Por tanto, por una aritmética periodística que me acabo de inventar, diría que todo o casi todo lo que cuenta don Francisco habría que fecharlo alrededor de 1975, un año que me interesa particularmente, no porque muriera Franco, sino porque nací yo. Y, como quiera que nací de mujer —y no de espíritu santo—, el libro me ha interesado mucho y bien.

A modo de síntesis, recojo 8 cosas que he aprendido sobre aquel tiempo tan revuelto en que vine al mundo y que mis padres han olvidado contarme en las sobremesas familiares:


01 | 1975 debió de ser el año de las solteras. O eso o Umbral estaba obsesionado con ellas, vamos... De los muchos fragmentos que podría extractar para reflejar eso, me quedo con este (pág. 38):
El periodista Álvaro Santamaría acaba de hacer un libro sobre las solteras españolas, donde entrevista a algunas de las más famosas. La consecuencia general a obtener es que hoy, a la mujer no la dejan soltera. Se queda ella soltera porque quiere. Deja ella soltera al hombre. Apunta, pues, una raza nueva de solteras, que nada tiene que ver con las solteronas, ni tampoco con la sufragista. Apunta a un matriarcado de mujeres autosuficientes.
Quizá las mujeres decidieran quedarse solteras, pero lo del matriarcado... Lo del matriarcado va a ser que no ha llegado ni siquiera en 2014, don Francisco. De momento, además de una ley del aborto que elimina el derecho a que ellas decidan, lo que más se lleva últimamente por aquí en mujeres es el modelo Ana Mato o infanta Cristina; ya se sabe: la mujer tonta o enamorada que no se entera de los tejemanejes de su marido (o futuro exmarido).

02 | 1975 debió de ser también el año de la crisis de la mujer burguesa. Este fragmento (pág. 41) lo cuenta la mar de bien, con guiño buñuelesco incluido:
La familia y el matrimonio está en crisis. Y están en crisis, en alguna medida, porque también la mujer burguesa viene haciendo una especie de revolución. Todo el edificio de la mujer tradicional estaba basado en la resignación de la mujer. A medida que la mujer es menos resignada —y no solo la madre-esposa, sino también las hijas e incluso las criadas—, el edificio empieza a moverse como un barco. (...) Las nuevas solteras que piden hijos sin padre incluso en los países más conservadores de Europa no son precisamente adolescentes desarraigadas y viajeras (estas hacen lo que les parece y no dicen nada a nadie), sino mujeres más o menos integradas que quieren no cargarse la sociedad burguesa, sino hacerla evolucionar. Porque casi todo el mundo está ya desencantado del discreto encanto de la burguesía.
03 | Umbral era más feminista que muchas mujeres de su época (y de la mía). Quizá esa veta quede a veces algo oculta debido a su erotomanía, pero don Francisco nos dice cosas muy rotundas a los varones... Cosas acaso incomprensibles para Alberto Ruiz Gallardón y Jorge Fernández Díaz, más preocupados ellos por el aborto, las tasas judiciales o revivir a ETA que por erradicar la violencia machista. Atentos, ministros, a lo que dice el muy rojo de Umbral:
No solo se trata de conseguir mujeres con más derechos, más agresivas, más libres. Sino que también se trata de conseguir hombres con menos derechos, menos agresivos y, en consecuencia, también más libres.
04 | ¿Frígida o no frígida? Esa era la cuestión. Junto con la soltería, la frigidez debía de ser el otro gran tema de moda. Hace unos años toda conversación sexual siempre terminaba en el punto G; en 1975, en la frigidez. Al menos toda charla de Umbral, digo, que incluso le preguntó por ello a Lola Flores y a Carmen Sevilla. Por cierto, cosas de la vida: a las dos folclóricas les dio por hablar de su vida sexual y la prensa conservadora montó tal pollo que Umbral debió suspender la serie de entrevistas. Merece la pena leerlas para comprobar que ni Carmen ni Lola decían ná de ná... Moraleja: qué reprimidos éramos y estábamos entonces.

05 | Diálogo para comprender España (unidad de destino...)

FRANCISCO UMBRAL. —¿Tú no entiendes de política, verdad?
CARMEN SEVILLA. —No, pero soy franquista.

06 | Ana Belén, la progre nacional. En 2014, Ana Belén es el rostro visible de una obra de teatro de Vargas Llosa... En 1975, Ana Belén tenía 24 años, militaba en el Partido Comunista, presumía de no llevar nunca sujetador y llevaba muy a gala ser hija de una portera de Embajadores. Según Umbral, ella era «la progre nacional» porque, entre otras cosas, estaba a favor del divorcio, de un concepto abierto del matrimonio y presumía de muslamen en las películas. Además, la actriz tenía opiniones políticas: «Creo en la revolución pacífica. La prefiero. Pero la caída de Allende nos demuestra que Castro tenía razón». Eso sí, en el asunto del aborto no era tan clara; a Umbral le dejó dicho esto: «Creo que se pueden tomar muchas medidas y precauciones para no llegar al aborto».

07 | La doma del varón. El varón domado, de la argentino-alemana Esther Vilar, debió de ser un bombazo. Y Umbral se pasó pipa con la gresca que se montó tras el paso de la autora por el programa de televisión de José María Íñigo. Al parecer, ese libro sostiene —diría que de manera irónica— que las mujeres manipulan a los varones a través del sexo y eso las hace, nunca mejor dicho, tener la sartén por el mango. Umbral se centra más en el follón que se montó que en lo que dice el libro, así que hasta que no lo lea no puedo opinar. El caso es que la turbamulta patria femenina dejó el pabellón muy alto a la hora de insultar a la susodicha autora. La palma se llevó la escritora Carmen Rico-Godoy, quien aseveró que Esther Vilar «no tenía ovarios, sino dos crucecitas gamadas».

08 | Sara Montiel, la mujer del pueblo. Lola Flores, Carmen Sevilla o Sara Montiel, pese a nadar ya en la abundancia bancaria, reclamaban para sí en 1975 el abolengo de «artistas del pueblo». Decían ellas que habían nacido del pueblo y que actuaban para el pueblo. Y lo decían sin complejos, como si fueran mujeres machadianas de las que bebían del vino que servían en las tabernas. Es más: la muy proletaria de Sara Montiel consideraba, en un arranque popular sin igual, que su piel era perfecta y que no pensaba estirársela nunca jamás... Ay, Sarita. Pero, bueno, quizá lo más interesante de Saritísima es que cuenta que se negó a presidir un desfile en Yugoslavia con el comunista de Tito, que pedía un «socialismo democrático» para España, que estaba a favor de la píldora y en contra del aborto. Y también, como dejó demostrado en vida, estaba convencida de que el matrimonio no era para siempre.


Bonus track. Francico Umbral vs. Marilyn Monroe.

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