4 de abril de 2014

Acerca de la nobleza del sexo femenino, H.C. Agrippa

Cornelius Agrippa (1486 - 1535) puede presumir de logros inalcanzables para otros mortales. Como quiera que en algún momento fue acusado de esoterismo, magia, alquimia y demás herejías, es un autor que sale referenciado en los sitios más curiosos. Según figura en la introducción de Acerca de la nobleza y excelencia del sexo femenino, Agrippa aparece en la obra de teatro de Christopher Marlowe La trágica historia del doctor Fausto (1592), en Poesía y verdad de Goethe (1811) o en el cuento «El inmortal» de Borges (1947). Por salir, sale incluso en un videojuego, Amnesia, the dark descent.

A quienes lo veneran por su faceta ocultista, quizá este libro les parezca demasiado suave... Aunque el tema que aborda el autor es de gran enjundia: la igualdad entre hombres y mujeres (en pleno Renacimiento). O mejor dicho: la primacía de las mujeres sobre los hombres. De hecho, por momentos, Agrippa tiene algo de Carmen Maura en la escena final de la cueva de Las brujas de Zugarramurdi, cuando afirma que Dios es una mujer... Eso sí, Maura se apoya en el demonio y Agrippa, en la Biblia.

Pero, bueno, el caso es que el libro tiene momentos muy divertidos. Y como el asunto de Agrippa como defensor de la mujer está muy bien contando en el prólogo y, a buen seguro, reseñado en algún otro lado de la Red, yo me dedico a lo mío, es decir, a la chanza, el jolgorio y la chirigota. De ahí que mi humilde aportación consista en rescatar un par fragmentos sobre algo que he dado en llamar «sobre la flotabilidad del ser». Apurado como andaba don Cornelio en dar toda clase de razones que justificasen la superioridad femenina, acudió a ejemplos tan curiosos como estos dos, ambos con cierto sabor arquimédico:

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Asimismo, los sagrados discursos nos atestiguan en forma muy completa cuánto sobresale la mujer en nobleza sobre los varones, porque fue creada junto con los ángeles en el paraíso, lugar de excelencia y muy agradable; en cambio, el varón fue hecho fuera del paraíso en campo abierto junto con los brutos animales y solo luego, a causa de la creación de la mujer, fue conducido al paraíso. Y por esto la mujer, por dote natural, acostumbrada al elevadísimo lugar de su creación, al mirar hacia abajo desde tan alto como se quiera no padece de vértigo ni se deslumbran sus ojos, como suele suceder a los varones. Además, si una mujer y un varón peligran juntos en las aguas, privados de toda ayuda externa, la mujer flota más largo tiempo que el varón, quien se hunde más rápidamente y se va al fondo. (pág. 81)

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En fin, la naturaleza dispuso los órganos sexuales en las mujeres con admirable decencia, no prominentes como en los varones, sino internos y apartados en un lugar más secreto y seguro. También la naturaleza confirió más vergüenza a las mujeres que a los varones. Por esta razón, muy a menudo ha ocurrido que una mujer, enferma de un tumor peligroso, ha elegido la muerte antes que exponerse para ser curada a la mirada y al tacto de un cirujano. Y mantienen este honesto pudor aun moribundas y muertas, como es evidente sobre todo  en las que perecen en el agua. En efecto, según Plinio y como indica la experiencia, la mujer difunta flota boca abajo (la naturaleza preserva su pudor); el hombre, en cambio, flota de espaldas. (pág. 93).

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PD. Por si alguien quiere indagar más sobre el particular proyecto editorial de Ediciones Winograd, enlazo aquí una entrevista que le hizo el amigo Pablo Silva en la radio uruguaya al editor de este sello argentino. Y ya que estamos, la web de la editorial.

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