21 de junio de 2015

Néstor Mir, detective salvaje en busca de Ulises Luna

«Me era imposible no contar esta obsesión mía
con Los Suicidas y Ulises Luna...»



Viajar por el mundo buscando pistas sobre una desconocida banda protopunk del underground rioplatense de los 70 puede ser la excusa perfecta para poner patas arriba tu vida. Eso le sucedió al menos a Néstor Mir en 2007 tras escuchar un casete que una chica uruguaya se había dejado olvidado en su casa. Desde entonces, este músico y escritor valenciano ha viajado por Argentina, Uruguay y Estados Unidos recabando información sobre Los Suicidas y, sobre todo, tratando de encontrar a alguno de sus integrantes para entrevistarlo... Por ahora, y pese al gran esfuerzo que ha desplegado, la fortuna le ha sido esquiva.

Su intención inicial —y la de los amigos que lo acompañaron— era rodar un documental. Sin embargo, a falta de financiación y de encontrar a algún miembro de la banda —tan escurridizos todos como Cesárea Tinajero para los detectives salvajes de Bolaño—, el documental está parado: las horas y horas de grabación que consiguieron, de momento, no son más que eso... Por esa razón, obsesionado como estaba con Los Suicidas, Mir ha encontrado en el periodismo y la literatura un modo de seguir con la búsqueda y, sobre todo, de contar cómo le ha cambiado la vida perseguir a unos tipos tan difíciles de encontrar.

Así, en 2008 publicó Tras la pista de Los Suicidas, una larga crónica sobre el viaje rioplatense, y, a finales de 2014, La conquista del Oeste (o la muerte de Ulises Zuma), un texto que novela el viaje costa a costa por los Estados Unidos tras la estela del guitarrista de la banda. Además, la novela tiene un apéndice audiovisual en forma de docutráiler (35 min) que muestra algunos de los escenarios que Mir y sus amigos recorrieron. Entre las aristas más fascinantes de esta investigación, destacan dos: Ulises Luna trabajó en los estudios de un amigo íntimo de Neil Young y, en Uruguay, la leyenda de Los Suicidas es carne ya del
fanfiction.

Rubén A. Arribas


Hasta ahora, además de como músico, eras conocido por ser el responsable de Malatesta Records, un proyecto cooperativo discográfico muy conocido en Valencia. ¿Por qué pensaste en abrir el campo de juego desde los discos a los libros?
Muchos escritores de canciones esconden un escritor puro y duro. Los músicos necesitan una discográfica para publicar sus canciones y los músicos que quieren ser escritores una editorial para publicar sus novelas, poemas o cómics. Para mí ha sido un proceso natural.

¿Y qué hace un músico como tú escribiendo una novela como La conquista del Oeste (o la muerte de Ulises Zuma)?
Escribir letras de canciones fue lo que me llevó a ser músico. Por lo tanto, la pregunta podría ser también la contraria: ¿qué hace alguien que escribe componiendo canciones? Y si bien son registros diferentes, veo muy normal que alguien que escribe letras de canciones se sienta tentado por la narrativa, la poesía o cualquier otro tipo de disciplina literaria; en el fondo, todo eso comparte un mismo motor: la necesidad de contar historias o de compartir percepciones del mundo. Otra cosa es que un músico domine con soltura las herramientas necesarias para escribir, como en mi caso, una novela. De hecho, ese ha sido uno de los grandes quebraderos de cabeza que he tenido.

Ahora hay un especie de boom de músicos que publican libros... ¿Hubo alguno que te sirviera como referencia?
Yo quería que La conquista del Oeste tuviese el formato de una novela, no el de una sucesión de anécdotas de viaje o experiencias. En este sentido, las novelas que me han parecido más logradas han sido Cosas que los nietos deberían saber, de Mark Oliver Everett, y Rat Girl, de Kristin Hersh. Esta segunda, para mi gusto, aunque menos efectista, está más cerca de tener una verdadera intencionalidad narrativa; la de Mark Oliver transita una muy delgada línea literaria que evidencia su falta de oficio, cosa que suple de sobra con el interés de lo que cuenta. En el ámbito nacional, Nacho Vegas, Corcobado, Sr. Chinarro o Robe Iniesta son las propuestas que he leído o me interesaría leer, ya que todos ellos tienen una voluntad de hacer narrativa. No me interesa, en un principio, como creador, el boom de la edición de libros escritos por músicos que cuentan sus giras o que escriben un diario de su vida musical. Necesito algo más, algo que le dé un empaque de novela.

La gente de la literatura suele hablar de la música que escucha... ¿Hay muchos músicos que hablan de lo que leen? ¿Es fácil o complicado cambiar libros con ellos?
Me suelo juntar, no solo con músicos, sino con personas que leen, y con todo el mundo trato de intercambiar información literaria. Ahora bien: es cierto que en el mundo de la música popular no es necesario leer; todo puede ser más primitivo y visceral, y está bien que así sea, o quizás no. Lo queramos o no leer sigue viéndose como algo elitista, como algo bizarro e intelectual, algo que da especificidad al individuo; en cambio, la música popular, como su nombre indica, tiende a masificar a la gente.


LA NOVELA COMO MAPA SONORO (O ULISES LUNA COMO OBSESIÓN)

¿Quién es Ulises Luna (o Zuma)? ¿Por qué esa fascinación tan fuerte que termina en viaje por Estados Unidos junto con unos amigos para intentar encontrarlo?
Ulises Luna fue el guitarrista de Los Suicidas, una banda protopunk de finales de los sesenta, principios de los setenta, no se sabe muy bien si de origen argentino o uruguayo. Y mi fascinación tanto con él como con la banda tiene que ver con la frustración de no haber dado nunca con ellos. La historia de la búsqueda de algo que no podemos o no sabemos encontrar es un motor muy potente de creación. Y en esta vida tenemos que encontrar cosas que nos pongan en marcha hacia lugares donde nunca habríamos pensado llegar, como cruzar los Estados Unidos con un grupo de amigos en busca de Uli Zuma, o escribir una novela sobre dicha experiencia.

Ganancias y pérdidas, único disco de Los Suicidas
¿Te ha influido musicalmente de algún modo?
La búsqueda de Uli Zuma no me ha llevado a descubrir nuevas sensaciones musicales, más bien ha ordenado el conocimiento que tenía sobre ellas y las ha situado en un espacio temporal concreto: el pasado. Mi pasado. Seguir con la investigación de la vida de Uli Zuma me ha llevado a considerar qué quiero ser yo como músico hoy, ahora, que ya no soy un adolescente, y en el futuro. Y por lo que pudimos deducir sobre su vida mientras viajábamos de costa a costa por los Estados Unidos, su postura me parece la más coherente de todas, y esa filosofía de vida musical sí que me ha influido.

Me ha sido imposible escuchar una sola canción de Los Suicidas en internet... ¿Por qué? ¿A qué sonarían?
En la época en que todo está en internet, ellos no están... Extraño, pero comprensible. Hay que verlo desde el punto de vista del coleccionista loco. Imagínate, si cuando fuimos a Montevideo en el 2007 nos pedían más de 2000 € por su disco, lo que se puede pedir hoy... Yo, si tuviera algo de su música, tampoco la colgaría en la web. Como he contado en Tras la pista de Los Suicidas, sonaban a protopunk, salvajes; pero, al mismo tiempo, en su música se dejaba entrever que ahí había material para algo más. El tema que cierra el casete —el que se dejó la chica uruguaya en mi casa— muestra una parte de ellos mucho más experimental y atmosférica, con repuntes de violencia, pero más centrados en las texturas. Era una canción instrumental, seguramente escrita por Ulises Luna.

Por cierto, ¿tú crees que Neil Young sabe algo o tiene algo de Ulises Luna?
Uli Zuma —o Ulises Luna, igual da— trabajó en los estudios de Danny Purcell, en Nashville, y Neil Young era íntimo amigo de Danny, así que seguramente en la música de Neil Young haya algo de Uli Zuma, algo que ni tan siquiera Neil Young es capaz de discernir qué es. Esto no lo comprobamos en el viaje, pero parece probable que, durante alguna grabación de Neil Young, Uli Zuma estuviera a los mandos de la mesa de mezclas y, si fue así, sin duda imprimió su magia.

La novela reflexiona, de algún modo, sobre diferentes maneras de ser músico. Johnny Hickman, Alf Ródeo, Ulises Luna o el propio Nel Rim y sus amigos encarnan diferentes maneras de entender o de sobrevivir en el oficio, ¿no?
Esto es cierto, pero no está hecho de forma premeditada; los personajes, al ser reales, viven cada uno de la música de manera diferente. Desde la manera más romántica e idílica de Uli Zuma, que viaja donde le da la gana y hace lo que quiere en cada momento, hasta la manera más real, la de Johnny Hickman, quien después de sus años de juventud se tiene que tomar la vida en carretera más como su manera de pagar la hipoteca que como una constante aventura.

Dos de los personajes centrales, Paco y Nel Rim, viajan montones de kilómetros para ver a sus bandas favoritas (Cracker, en el caso de Paco, y Lou Reed, Neil Young o Public Enemy, en el caso de Nel Rim). ¿Qué lugar quisiste darle a la mitomanía dentro de la novela?
Yo no lo vería tanto como una mitomanía, ya que eso implica centrarse en la persona. Por lo menos en mi caso —no sé si Paco compartiría también esta visión—, lo que me llevó a ver todos aquellos conciertos, algunas veces incluso viajando solo, fue el deseo de aventura. Es decir: lo que comentaba antes del motor que te permite no solo contar historias, sino también vivirlas. La música, más que los personajes que pululan por ella, ha sido lo que durante muchos años me ha llevado a hacer cosas que no hubiese hecho de otro modo.

Grabando a Renée Pietrafesa, amiga de Ulises Luna.
Si bien esta novela contiene un mapa sonoro menos amplio que Tras la pista de Los Suicidas —una texto donde afloran montones de bandas rioplatenses—, la música, los músicos y los lugares musicales desempeñan un papel importante en la narración. ¿Como trabajaste ese aspecto?
Digamos que aparentemente, el recorrido musical es el trayecto que marca la historia, que es como si dijéramos la trama con la que el lector se va a chocar frontalmente (el relato I), y para ello solo tuve que dejarme llevar por la corriente de la investigación. Esa corriente me llevó a dar con los músicos que aparecen en la novela. Pero, aunque parezca paradójico, el recorrido por la realidad musical es una mera excusa, una mera metáfora que me permite plantearle al lector entrar en el relato II, es decir, en la trama verdadera, lo que de verdad quiero contarle.

Con lo de Tim Warren, me he quedado igual que el narrador... ¿Quién es? ¿Por qué es tan importante dentro de ciertos círculos?
En Nueva York York, de la mano de los Hymns, buscando alguna pista de Uli Zuma, recorrimos muchos lugares vinculados con la música. Uno de ellos fue la tienda de discos de Tim Warren. Es un coleccionista y vendedor de discos loco que tiene un bajo lleno de discos en Brooklyn. Dos de nuestros compañeros de viaje, también coleccionistas de discos, comentaban que era toda una referencia del garage, el tropicalismo y todo tipo de bizarrerías. En el 2008 aún no existían en Radio 3 programas como El sótano, y aún no se había producido ese resurgir garagero que hoy ya se ha convertido en indiemainstream.


ULISES LUNA: ¿URUGUAYO O ARGENTINO?

¿En qué sentido te cambió el viaje a Uruguay y Argentina buscando a Los Suicidas?
Esa fue la primera gran aventura... Esa primera gran aventura que todos y cada uno de nosotros deberíamos hacer al menos una vez en la vida. Además, aquello tuvo el componente irrepetible de ser un viaje de trabajo y diversión. No hay mejor manera de descubrir un país que ir allí con una razón clara. Nosotros fuimos a Argentina y Uruguay, pero no fuimos a cualquier cosa: fuimos a buscar a Los Suicidas, y eso nos dio una visión particular de los países y del trato con las personas. Teníamos una excusa para hablar con la gente que iba más allá del intercambio de información turística o de dinero. Si de por sí viajar ya te cambia la mente, si a eso le añades el componente de aventura, ya es lo máximo: crea adicción, y no puedes dejarlo.

En Loveland (Denver), entrevistando a Johnny Hickman
¿Lo de viajar por Estados Unidos al año siguiente buscando a Ulises Luna tiene que ver con esa adicción?
Totalmente... En serio, lo de la aventura es muy adictivo; te enganchas y ya no ves el momento de volver a tu vida normal. De hecho, como no encontramos a Ulises Luna después de 3 semanas buscándolo por medio Estados Unidos, enseguida hicimos planes para continuar buscándolo por Australia o Seattle... Menos mal que, al final, se impuso una responsabilidad mayor: la paternidad.

Hasta donde sé y he leído, Ulises Luna ha generado algunas historias apócrifas y continuaciones en plan fractal en Uruguay. ¿Podrías aclararme algo de ese asunto?
La historia de Los Suicidas produjo un gran impacto en la gente que entrevistamos en Montevideo, y algunos pensaron que era una gran historia y que merecía ser investigada. De hecho, el periodista Gabriel Peveroni —quien me publicó en la revista virtual Free Way entre 2007 y 2008 un diario reducido de Tras la pista de Los Suicidas—, no solo lo pensó, sino que se puso a investigar por su cuenta. Parece ser que él llegó a lugares por donde yo no transité y que contradicen algunos de los puntos que yo defiendo. Pero, claro está, al no haber conseguido dar con los músicos para que nos aclaren la cuestión, todo es posible.

¿Qué lugares son esos? Entonces, ¿existe o no existe esa tal María Zauber de la que habla Peveroni en su artículo del diario argentino Página/12?
Me refiero a que Gabriel Peveroni, en sentido metafórico, transitó por lugares de la historia por los que yo no pasé; quiero decir: él dio con la pista de María Zauber, y aunque yo en su día le comenté que investigar a María Zauber me parecía un error, desde la revista Free Way se empeñó en que algunos de los colaboradores —entre los que yo estaba en ese momento— tirásemos del hilo de esa pista que él, supuestamente, había conseguido, para contar una historia colectiva alrededor de esa figura.

¿Pero tuvo hijos o no Ulises Luna? En La conquista del Oeste, el narrador, Nel Rim nos recuerda varias veces que era gay...

En nuestro viaje nunca aparecieron indicios de que Ulises hubiera tenido hijos... Pero Peveroni quería una historia sobre María Zauber. Él me había ayudado a dar visibilidad a la historia de Los Suicidas difundiéndola —gracias a Free Way fuimos a buscar a Uli Zuma por los EE. UU.—, así que le escribí lo primero que se me pasó por la cabeza y se lo envié. Hasta ahí puedo contarte. Gabriel vino hace poco a Valencia. Mantenemos una buena amistad y cenamos los dos con Esteban Hirshfield, de Los Mockers, que también vive en Valencia, y me contó que su investigación había pillado buena onda, que le habían  publicado un novela, Shangái... Como te puedes imaginar, en Shangái, Peveroni habla de María Zauber y de Los Suicidas...

Y ya que estamos, antes de que argentinos y uruguayos se peleen por Ulises Luna como por Gardel o por el mate: ¿era argentino o uruguayo?
No lo sé. No hubo manera de averiguarlo. Supusimos que Los Suicidas eran argentinos o uruguayos porque la investigación nos llevó hasta allí, pero tampoco fue la inquietud más importante de la búsqueda. Buscábamos a las personas, no sus orígenes; de hecho, puede que Ulises Luna ni tan siquiera sea argentino o uruguayo... A lo mejor es chileno o mexicano.

Por cierto, ¿qué sería necesario que sucediese para que pudieseis terminar ese documental a lo Searching for Sugar Man del que hablan Tras la pista... y La conquista...?
Que vendiese 100.000 libros. Eso le pondría las pilas a las dos productoras que tienen el material audiovisual.


BOLAÑO Y EL VITALISMO DE SUS DETECTIVES SALVAJES

¿Qué esperas que aporte tu novela?
Mi llegada al mundo de la literatura no es desde la filología o desde el conocimiento de los trucos de estilo y forma; mi llegada es desde la universidad de la vida y desde la visceralidad, y eso, ese desafío, quería plasmarlo de forma clara en la obra. No tenía necesidad de florearme; tenía la necesidad de contar. Por eso, quería la lectura fuera ágil y dinámica: el mundo que iba a transmitir, por un lado, era onírico —la bajada al infierno de los protagonistas en la sala Wah-Wah—; por otro, abordaba una temática muy específica: el mundo del rock independiente. En fin, me gustaría aportar una buena historia contada de manera ágil, pero desde las entrañas.

En Ushuaia, buscando a Rigoberto Mendetti.
¿Cómo te han ayudado Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, para escribir esta novela?
Nos ayudó en la gestación del propio viaje, y después a mí en la concreción de la obra escrita. De alguna manera, buscando a Los Suicidas quisimos emular a los real visceralistas buscando a Cesárea Tinajero, quien representa la esencia misma del origen del viaje: dar con alguien que no sabemos si existe. Y en cuanto a la obra escrita, la idea de construir una parte de la novela a partir de la entrevistas a los diferentes personajes que participaron en el documental me pareció un recurso fantástico. De esa manera conseguí que el lector tenga una visión fragmentada de la historia.

Bueno, aunque has reconocido abiertamente tu deuda con Bolaño, también incluiste otros recursos...
Sí, utilicé otros recursos que no eran bolañistas, como aportar información a partir de un blog privado, algo que me ayudó a potenciar esa narración fragmentada y la lectura dinámica que buscaba.

Tu novela intenta contar algo que está mucho más allá de lo musical y que tiene más que ver con lo existencial, con una manera de estar y de vivir en el mundo, ¿no?
Aquí volvemos al relato II, a lo que hay bajo la piel, al hueso de la historia, y casi podríamos hablar del relato III. En el relato III, está el magma, está la savia, está la vida, y de eso habla realmente la novela. La conquista del Oeste es la historia de una anagnórisis, de una epifanía, de una revelación vital que cambiará el curso de la vida del protagonista. De un tipo que se parece bastante a mí, pero que no termino de ser yo del todo. Quiero decir: me era imposible no contar esta obsesión mía con Los Suicidas y Ulises Luna; estaba corroyéndome por dentro.

¿Por qué pones tanto énfasis en lo vitalista?
Porque no quería mi novela naciera muerta. Como lector, siento que muchas novelas con gran pomposidad en la forma y en el estilo nacen muertas. Es fácil engañar al gremio de escritores con el estilo y la forma; sin embargo, es muy difícil enganchar al lector si no le das algo más, si no le das vida, esencialmente, tu vida; o si no pones tu vida en lo que escribes. Cuando un escritor no pone la vida en lo que escribe, el lector lo percibe enseguida; no le importa que esté bien o mal escrito, se queda con que lo que le estás contando es una impostura. Una impostura que escribes porque se te da bien escribir, porque conoces bien las reglas de la escritura. Pero para escribir, como para tocar buen rock and roll hace falta algo más que reglas. Hace falta que la historia que vas a contar, de alguna manera, te hierva en el interior.

Por último, hablando de la vida, el fondo y la forma: ¿es cierto lo que sostiene Mr. Perfúmme en Eso fue lo que pasó (Malatesta Records, 2015) de que no sabes tocar canciones de Luis Miguel?
Totalmente cierto, no soy capaz de oír sus canciones sin ponerme a llorar y así no hay forma de aprender...


                                                                                *

PD. Si quieres saber más sobre Los Suicidas y la investigación que emprendieron Néstor Mir y sus amigos en 2007, te recomiendo leer esta otra entrada del blog.

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